Torre del Mar. “Toda la vida”. Ese es el lema de esta bonita localidad costera malagueña. Animada y a la vez tranquila.
El fin de semana estábamos citados a dos carreras. Una en Canillas de Aceituno, de ahí el alojamiento en Torre del Mar, y otra en La Mamola-Polopos.
Por un desafortunado incidente en el pueblo de Canillas de Aceituno, nos avisaron el jueves de la suspensión de la prueba del sábado.
Habíamos reservado en Torre del Mar para quedarnos dos noches y ya no íbamos a dar marcha atrás.
Nos fuimos para Torre del Mar el viernes por la tarde. Y si no había carrera, pues aprovecharíamos para descansar en la playita el sábado.
El hotel es el Hotel Mainake, nombre que, como ya sabemos porque ya he hablado de él en otra entrada de este blog, es un topónimo citado por textos clásicos como asentamiento fenicio-griego en la costa de Málaga. El hotel está bien ubicado y cumple con nuestras necesidades.
Esa noche del viernes cenamos en un restaurante italiano cercano al hotel, “La Bella Torino”. Habíamos ido ya en otras ocasiones. Ahora íbamos con Carmen y lo iba a conocer. Nos gustó. Camareros muy amables y buen servicio.
Empezamos con una copita de lambrusco. Después, tomate y burrata. Pizza piamonte. Risotto de setas. Tiramisú. Crema de puerros.
El sábado había que entrenar. Luis buscó un recorrido y nosotras nos fuimos a andar por el paseo marítimo. La mañana estaba buena.
Nos hicimos unos quilómetros tan ricamente y ya de paso pensamos en reservar en un chiringuito para comer. “Casa Miguel”. A ver qué tal.
Fuimos a por Luis que ya nos avisó de que había llegado. Nos contó que había estado bien el entrenamiento, por una carretera bordeando la costa y que incluso se había encontrado con ciclistas conocidos.
Y nos fuimos a comer. Antes de las 14:00. Ya estaban los bares y chiringuitos con bastante gente.
Nosotros, como siempre que vamos a Málaga, pensamos en los espetos. Y los pedimos. Estaban ricos, pero en otras épocas, están mucho más.
Croquetas de carabineros, muy ricas. Pulpo a la brasa.
Patatas bravas. Ensaladilla de quisquillas, que no nos gustó.
Estuvimos sentados al solecito comiendo y fue muy agradable. Y yo me quedé con ganas de postre. Y les dije: ¡Vamos a una heladería que hay al lado del hotel! Allí nos tomaríamos los cafés y algo para acompañar.
Buenísima estaba la copa. Para compartir claro. Pero muchos extranjeros se comen una cada uno. ¡Mama mía!
Nos fuimos a descansar al hotel. Y por la tarde nos daríamos otro paseo.
El tiempo estaba un poco peor, aire.
Con la Virgen.
En una de las playas.
Y a Luis que le dio por hacer escalada. ¡No tiene límites!
Y regar un árbol.
Y después del paseo nos montamos en el triciclo y a recorrer Torre del Mar. Muy divertido. Carmen y Luis dando pedales y yo de espectadora y grabando para el recuerdo.
Y con tanto ejercicio, a comer de nuevo. Pero si es que siempre estamos comiendo. Y ahora, ¿dónde vamos?
Pues cerca del hotel había otro restaurante que no habíamos ido nunca y me pareció que podía estar bien. Restaurante “Víctor”.
Fuimos. Ya había extranjeros cenando. Era antes de las ocho. Íbamos a cenar pronto, pero no pasa nada.
Nos bebimos la botella. Para irnos calentitos a la cama. Nos dio envidia de los extranjeros.
Pasamos un sábado de rechupete. Y el domingo nos iríamos a La Mamola.
Subida a Haza del Lino. Esta subida comenzó a celebrarse en el año 1999, coincidiendo con la Feria del Vino de Polopos, en la que se pueden degustar los vinos de la zona.
Este puerto es uno de los más duros del calendario andaluz. Muy buenos ciclistas han competido en esta prueba. Uno de ellos es Carlos Rodríguez, ciclista ya profesional en el equipo Ineos.
Salida del pelotón
Foto en carrera por la organización
Cruzando la línea de meta. El primero de su categoría.
Hizo una espléndida carrera. Tardó un minuto menos que el año anterior, 1 hora, 3 minutos, 54 segundos. Hacia frío en la cima de Haza de Lino.
Después de llegar, con el chándal puesto, esperando los premios. ¡Qué caras de frío!
¡Campeones!
Estuvimos esperando a que sortearan todo. No nos tocó nada. No importa. Ya nos llevábamos la victoria a casa. El mejor premio.
A las dos de la tarde nos fuimos hacia La Mamola a comer al restaurante Onteniente, el del hostal, donde siempre que nos quedamos en La Mamola, nos alojamos. Todo estuvo muy rico.
Tomate muy rico y aguacate. Migas con pescado. Lenguado a la plancha.
Y llegó la hora de la despedida hasta la próxima, y que mejor que con uno de nuestros selfies.
Con el mar embravecido.
En La Mamola volvimos a triunfar. ¡Que fantástica subida hizo Luis! ¡Con lo interminable que es! A nosotras con el coche se nos hizo eterna. ¡Imaginaos con la bicicleta!
Pero todo valió la pena. Esas comidas, esos paisajes, de playa, de montaña. Esos tomates y aguacates tan ricos. ¡Pero qué maravilla de país en el que vivimos! Por eso les encanta a los extranjeros, que llenan nuestras costas. Se jubilan y para España a vivir. ¡Y a comer copas de helado!
Nos volvimos escuchando el disco “625”, uno de los preferidos de Luis.
Según estoy terminado de escribir esta crónica, llega Luis de su entrenamiento, y le ha caído agua encima de un buen chaparrón. Pero es de otra pasta.
Siempre me dice que él nunca se moja, que la lluvia le rebota. No hay dolor. Hay que entrenar sin pensar en nada.
Los resultados vienen después. Y son muy merecidos.
Nos vemos en la próxima. Una de las que concitan más expectación y más participación. En Cazorla. Lugar paradisiaco.
¡Mucha suerte, Luis!
El comentario va a ser corto. Dos cositas como en el anterior. La primera, el lema de Torre del Mar -toda la vida- me encanta. Toda la vida con mi familia, y yo añado, toda la eternidad. La segunda cosita es quién se bebió la botella de vino. Quién bebió más que los demás, que durmió como una tronca, según ella, jajaja.
Muy chula la entrada, muy guapos 🙂 Enhorabuena a los 3👏👏👏 q buena pinta todo😋😍